martes, marzo 20, 2007

y si llega la primavera...

había tenido un mal sueño. se despertó toda sudorosa y con la respiración agitada sin recordar nada más que el grito que la despertó y en las sombras de su habitación no vislumbró nada extraño. todo se mantenía en el silencio más sepulcral. dirigió su mirada hacia el balcón y vió que estaba abierto lo que provocaba que el viento meciese suavemente la cortina vaporosa a través de la cual brillaba la luna. una luna llena increíblemente resplandeciente, seductora en la noche tibia otoñal. se levantó de su tatami, se tapó con su quimono estampado con flores de cerezo en honor a su nombre, SAKURA, y se echó un largo mechón de pelo hacia atrás mientras descalza se acercó al ventanal con intención de cerrar sus puertas. sus pies eran pequeños y blancos y sus pasos sigilosos como temiendo despertar a alguien, pero en su habitación siempre estaba sola, sabía que nunca nadie iba a compartirla con ella. una maldición pesaba sobre ella, una maldición por la que ningún hombre desearía compartir su vida y así, su hermosura estaba predestinada a marchitarse sin haber conocido siquiera la dulzura de un beso, ni el de una caricia... su piel suave perfumada con inciensos perdería su brillo y su tersura sin que jamás nadie hubiera llegado a alcanzarla.

de todo ello se enteró el día de su cuarto cumpleaños habían pasado ya 15 años y aún un nudo le bloqueaba la garganta... fue su abuela quien le comunicó su condena, su abuela le pidió que se acercase a hablar con ella después de la ceremonia de té con la que celebraron su aniversario y ella, aún sonriente y risueña se acercó hacía donde ella estaba sentada y alargándole sus manos tomó las de la anciana y juntas se fueron a pasear por el jardín entre bambues y flores exóticas hasta llegar al pequeño estanque de peces rojos, salpicado de nenúfares y flores de loto. allí se detuvieron y su abuela la obligó a tomar asiento en el banco de piedra sobre unas tortugas esculpidas con tal realismo que parecían que de un momento a otro fueran a empezar a arrastrarse por el sendero del jardín. Sakura miró a la anciana y vió signos de inquetud cuando la reconocía tan mayestática siempre, tan serena y solemne... eso la previno de que algo grave estaba a punto de ocurrir, algo que podía hacer girar el destino y que ella ignoraba... como por instinto giró la cabeza hacia la casa en busca de su madre, como si ella pudiera cambiar el cruel destino que acechaba sobre su vida, pero la escena que vió no la reconfortó en absoluto, su madre estaba arrodillada con un pañuelo en sus ojos mientras el padre apoyaba su mano sobre el hombro de su esposa reconfortándola... la anciana hablaba y Sakura volvió la vista hacia esa voz que susurraba pero que no lograba entender, nada de lo que la voz decía le parecía real, imaginó que era un pez rojo quien creaba esos sonidos, era un pez rojo quien había usurpado el lugar de la anciana y su sobrio quimono azul intenso yacía en el suelo junto con sus geta, mientras el pez abría y cerraba su boca redonda que ella miraba atónita intentando entender lo que le decía cuando un zarandeo la hizo volver en sí y de nuevo apareció ante ella su anciana abuela, con los ojos bañados en lágrimas, pero ella no quiso verla y fijó su mirada en su pelo gris, recogido en un tsubushi shimada perfecto en el que ningún mechón se escapaba, eso Sakura no lo había logrado nunca... su pelo sedoso siempre se escurría entre sus Kanzashi... jugó a distraer su visión retrasando el momento de la verdad, el momento en que el llanto arrancase de la garganta y rasgase la suavidad de la noche aterciopelada...

ahora estaba de pie, sola en el gran mirador, y pudo contemplar el mismo jardín y la misma escena de la noche pasada, una figura espectral de su abuela dirigiéndose a una niña atenta frente a ella, atenta y atónita, que parecía no dar crédito a lo que oía negando una y otra vez con su cabeza mientras su mirada se llenaba más y más de espanto hasta convertirse su carita de niña en una máscara de terror... ella, Sakura, intentaba dar un significado a lo que estaba ocurriendo ante sus ojos, pero dolía tanto que no pudo hacer otra cosa más que cerrarlos, los abrió de nuevo, y vió a la niña manchada de sangre, con el Kanzashi punzante en la mano y la anciana cayó arrodillada echó su cuerpo frágil hacia donde ella estaba mientras ella retrocedía asustada, presa de pánico, soltando el arma al darse cuenta de que estaba en su mano, y el pelo de la anciana cubría sus pies descalzos, y la sangre parecía brotar de la tierra, y el pelo gris y la cara blanca se tintaron de rubí y, Sakura cayó, cayó, cayó... se desvaneció mientras su visión se difuminaba y se perdía en un gran agujero negro de una noche sin luna...

al despertar sus padres ya estaban llenando los baúles, recogieron sus ropas, sus joyas, muebles, cerámicas, tabaqueras, su biblioteca, sus pinturas, todos sus bienes más queridos y aún de madrugada huyeron hacía la isla de Honshu, donde tenían una pequeña hacienda y podrían vivir lejos de las miradas y los murmullos... nunca ajenos, pero sí distantes... en un intento de olvidar la tragedia reciente que poco a poco pasaría a ser parte de un pasado, que nunca, nunca, podrían olvidar, pero donde al menos su pena y su dolor sería algo íntimo no expuesto al juicio de nadie más que ante ellos mismos... protegerían a Sakura, la protegerían aún a costa de su agonía perpétua... seguros de que ella olvidaría, seguros de que ella podría vivir sin ese peso en su conciencia, seguros de que... pero ella creció silenciosa y muda, ella se convirtió en una mujer hermosa que recogía flores todas las mañanas y llenaba con ellas todos los floreros de la casa, creció entre paseos por las laderas cultivadas de hojas del té, creció con la mirada puesta en el monte Fuji, el monte sagrado, y cerrando los ojos para mantener esa imagen misteriosa que adivinaba vislumbrar en el cielo y que parecía aparecer cuando sólo ella podía verlo, escondiéndose de todos los demás... y al anochecer bajo una luz tenue cogía el pincel y dibujaba aquello que creía ver... aquello que no acababa de aparecérsele claro y nítido bajo la luz del sol... y a los pies de esas acuarelas inscribía haikus que describían toda la hermosura de la naturaleza que le rodeaba, eran tan hermosos que la caligrafía se transformaba y parecía cobrar vida como aves del paraíso, y echaban a volar extendiendo sus coloreadas alas en busca de otro cielo. hubiera querido salir volando tras ellas, (pero esa sombra) abrir los brazos y planear hasta la boca del volcán y precipitarse en el vacío (pero esa maldita sombra!). calmar así ese dolor tan oculto como secreto, tan profundo como perpétuo... no daría nunca con la pregunta, no encontraría nunca la respuesta, vagaría por tierras y cielos y poblaría su purgatorio con su sombra. una sombra que se expandiría sobre todo cuanto a partir de ahora mirase... había empezado a ver. y le había asustado. viviría siempre bajo sospecha, con el miedo metido en la médula de sus huesos, con el miedo enfriando su cuerpo hasta convertirlo en anfibio. reptaría por el fango, hundiría su vientre abultado en el lodo, su cuerpo cubierto de escamas asperas, sus ojos redondos, enormes, nunca más se cerrarían ante las monstruosidades del mundo, estaría obligada a contemplar todas las aberraciones, nunca más volvería a descansar. ese era el castigo imputado, esa era la maldición que nunca nadie podría redimir. se cumpliría pues... tal y como estaba escrito. su destino nadie lo podía cambiar, no podían burlarse los designios de su estrella. estaba predestinada. no condenada, sólo predestinada. había sido elegida, una entre un millón. costaba de entender. verdaderamente difícil ese querer someterse a la voluntad del azar. pero era todo cuanto le quedaba por hacer. dejarse llevar como el que hace surf entre las olas, sobre las olas... una especie de sumisión... y volvería a florecer como la flor del cerezo en primavera... SAKURA...

(para mi brujita linda preferida, es su generosidad y su bondad la que la hace seguidora de éstos, mis pseudocuentos... y es por su gran humanidad que yo, y muchos, la queremos. SMUAK!)

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