martes, diciembre 05, 2006

es música, nada más...


la primera vez que escuché el preludio 15 de Chopin fue durante una audición en una escuela, la interpretación de un alumno me hacía llorar, la emoción ahogaba mi respiración y me costaba mantenerme "entera", lo que pretendía con toda mi alma ya que estaba expuesta a las miradas de todos, padres, familiares y amigos, que como yo se habían trasladado esa tarde hasta ese punto de encuentro que era la escuela de música.

no pensaba en nada en particular, sólo dejaba que la música entrase en mi cabeza, mi mente estaba vacía, bastaba el efecto de esas notas que actuaban sobre mi cerebro para conmocionar los sentidos, para otorgarles toda su magnificencia y cobrasen vida propia dentro de mí, para que creasen un mundo tan real como un pellizco... dolían, rasgaban, hacían fluir las lágrimas que no lograba reprimir...

pensé en Muerte en Venecia, donde en un momento los personajes discuten sobre las artes (protagonizada por un escritor en Tomas Mann y al que Visconti transforma en un músico) ... pensé en el siglo XIX, cuando se consideraba la música como el arte más elevado, y no pude dudar de esa verdad... nunca he llorado delante de un cuadro, nunca... puedo sentir temblor, la belleza que se oculta, la fascinación, el asco, pero nunca me ha entrado esa angustia que hace que se me pare la respiración... sí la música y el canto... pese a no ser una persona especialmente melómana, más bien por el contrario, considerándome totalmente ignorante en este campo, consciente de lo limitadita que soy por lo que a la música clásica se refiere, incapaz de diferenciar una sonata de una sinfonía, un tenor de un barítono, un clarinete de una flauta... completamente inepta, en definitiva.

pese a todo, pese a mi analfabetismo, mis sentidos reaccionan, van por libre y escampan emociones sean acertadas o no... todo depende de cómo las señales que llegan al cerebro son interpretadas... no sé si se puede hablar de sensibilidad, supongo que sí, lo que no sé es si es acertado o no cuando tantas veces se piensa que las personas que son capaces de emocionarse delante de manifestaciones artísticas son personas de alguna manera delicadas, educadas... se conocen muchas personas que participaban de esta "exquisitez" y podían cometer los crimenes más atroces sin pestañear... creo que contamos con unos cuantos nombres en nuestra historia... así que una cosa no quita la otra, todos abrazamos lo sublime y lo sublime lo produce tanto la belleza más suprema como lo espeluznante más intenso... un extremo y otro conducen a una distorsión de la realidad que nos puede llevar a la locura. Y aquí se nos plantea otra cuestión... la eterna duda sobre cual es la verdadera realidad, qué es lo real... es real la realidad de mi euforia, es real la realidad de mi infierno... mis vivencias sobre los acontecimientos, mi propia vida, mis sueños... que tienen de verdadero... los sentidos nublan la inteligencia o la iluminan... siguen las dudas, permanece la incertidumbre y cada vez es más grande la sospecha de que nunca llegaré a la absoluta certeza del quid de la existencia... la vida hecha un nudo... mi alma también.

jueves, octubre 12, 2006

improvisacion...



parece que los días de lluvia son los más propicios para escribir, para dejarse llevar por el torrente de sensaciones confusas que me llevan a ningún lugar, incapaz como me siento de poner en claro este torbellino que como las olas vienen y van, arrastrando en la marea las huellas del pasado sin conseguir remolcarlas hacia el fondo trémulo donde no se puedan recobrar jamás...
sin embargo, los recuerdos viven, se agitan en las profundidades y bullen hasta provocar una nueva explosión, la memoria ocupa de nuevo su lugar en la superficie, deja rastros de ella en la orilla, pisadas con las que rellenar mi autobiografia, pinceles de colores mezclando los grises con los azules, y los rosas con los verdes, sin olvidar los amarillos, los marrones, los blancos y los negros, y se mezclan entre ellos y se separan otra vez, se unen entre sí para volver a excluirse, el repudio de los colores… habla por mi…
cuantas veces regreso al silencio, cuantas veces me duele el haberme enredado en un mundo al que no pertenecía, con lo fácil que era mirar desde lo lejos, ni siquiera era necesario escuchar, y ni mucho menos tenía que participar, permanecía, como por un privilegio concedido, en el límite del umbral y lo observaba todo con curiosidad… me tentaron las voces, me tentaron las imágenes, me dejé seducir… pensé que había visto lo suficiente como para no cometer los mismos errores, que había comprendido y aprendido todo cuanto me sería suficiente para moverme por entre las arenas movedizas sin ensuciarme siquiera … ingenua…
cierro los ojos y veo un cielo poblado de hormigas, miles de hormigas en fila que buscan la felicidad junto a dios, hacen cola en el vacío, pienso… las borro, borro a las hormigas, ahora veo pájaros volando, cientos de pájaros que habitan los cielos con sus enormes alas negras y sus horribles graznidos, vigilan el divino cielo, guardando su soledad… de repente caen en picado, con sus pescuezos blandos, retorciéndose en el aire…
abandono las imágenes, abandono este pseudo-pensamiento, abandono la escritura, atrapada en un cuerpo al que también podría abandonar… no soy diferente a esas hormigas ni a esas aves, nada espera… así, por qué resulta tan difícil????

miércoles, septiembre 13, 2006

dia de pluja, dia per a contes...



Niño escafandra se pasea por la ciudad, noche y día, con su pecera transparente aislando su cabeza. Niño escafandra tiene miedo a los constipados, a las alergias y a la lluvia. Niño escafandra camina solo por las calles de su ciudad. Su ciudad tiene edificios altos, es sucia, es grande. La ciudad lo engulle entre sus sombras, pero niño escafandra tiene miedo, también, del sol. Su cabeza está rapada, no le gusta el pelo, teme que le ensucie, se siente manchado cuando éste empieza a crecer y se afeita cada mañana ante el espejo después de quitarse con cuidado su gran bola de cristal.

Niño escafandra vaga entre la multitud, sin verla, canta y sonríe al viento invisible que no siente en su carita pálida, y sus cantos son trinos que modulan su voz blanca dedicados al ángel que lo protege de los peligros que acechan a cada esquina de los suburbios en los que vive y donde difícilmente escucha otra cosa que no sea los motores de los vehículos que circulan sin descanso, las sirenas que advierten de los peligros y los gritos que aúllan a su paso, por eso, niño escafandra, canta. Canta para asustar al miedo, su propio miedo. Canta para olvidarse de donde vive, de cuanto le rodea, de la suciedad, de la miseria, de la pobreza que se refleja en cada escaparate roto que le devuelve su propia imagen fragmentada. Canta para no oír sus pensamientos contaminados, esas voces que se alejan y se aproximan, que le avanzan y le persiguen, rodeándolo, jugando con él al escondite, voces que le susurran y le gritan que se vaya, que se quede, que se aleje, que se de por vencido.

Niño escafandra viste su traje de domingo, camina erguido, mirando el cielo. Niño escafandra sabe que en algún momento caerá, que será su propia sombra quien le haga caer, que será ella quien le haga la zancadilla tropezando sobre el agua encharcada, y las voces se reirán, todas juntas abrirán su boca sin dientes para soltar su carcajada atroz, y todas las risas se unirán a su risa desdentada que arranca la risa más terrible que sube desde sus entrañas, que bulle en su interior putrefacto. Y su risa, así, apesta, es una risa nauseabunda que le provoca el vómito. La náusea arrojada al mundo, el asco nacido de la nada, la angustia original de saberse menos loco que los demás.

Niño escafandra se interna por caminos dejando atrás avenidas y calles transitadas, merodea entre casas abandonadas, casas sin ventanas, casas sin rostro, desde las que se eleva al cielo una delgada columna de humo rojo. Niño escafandra deambula entre restos de huesos y cadáveres que exhalan la pestilencia de la muerte. Busca su muñeca vestida de azul, de rizos dorados. Niño escafandra canta ahora sus notas más agudas. No llora, no vierte ni una sola lágrima. Busca entre restos sin vida, el rastro de su muñeca vestida de azul. Ahora, niño escafandra se detiene, permanece quieto. A menos de un metro reconoce entre unos brazos menudos unos rizos rubios. Se aproxima y distingue un vestidito azul. Niño escafandra sólo ve un vestidito azul. Se dirige hacia él sin ver ya nada a su alrededor. Levanta el brazo con cuidado y rescata su muñeca, a la que limpia su carita salpicada de suciedad y sangre seca. Niño escafandra esboza una sonrisa y aprieta la muñeca junto a su corazón. Niño escafandra gira sobre sus pasos y vuelve a su hogar. Entra en su casa sin techo, entra en una casa sin puerta y sin ventanas, abierta de sol a sol. Niño escafandra se sienta en una silla junto a la mesa y coloca a su muñeca en el sofá, la tapa con su chaqueta de punto y le canta una nana al oído. Le canta para que olvide su miedo, para que sueñe un nuevo día. Le canta para no pensar en lo que fue, en lo que realmente fue. La proximidad de la muerte. La muerte en la vida. Niño escafandra no llorará jamás. Jamás sabrá lo que vive. Ella, en su sueño, guardará su secreto. Ella, jamás le denunciará. Jamás le dirá la verdad.

lunes, septiembre 04, 2006

tuquitapenas...


Como sueños vanos, así mis gozos ya expirados,
sin retorno ya mis días de halago,
mi amor perdido, y el capricho relegado:
sólo pena, no queda más pasado.

Raleigh, Adiós a la corte (en realitat trobat a Brooklyn Follies, de Paul Auster)

martes, agosto 01, 2006

sin nombre...


ya no tengo nombres con que llamar a la tristeza,
ya no me quedan estados de ánimo con que registrarla,
no puedo sino postrarme ante su gigantesca sombra,
echarme al suelo y encogerme en un ovillo tembloroso,
esconder mi cabeza bajo mis brazos delgados,
escuchar el murmullo de mis deseos huidizos,
el adios de unas ilusiones que me abandonan en su destierro
en busca de una persona nueva
que les de cabida y salida en forma de flores mágicas,
ya no puedo sentir el temor ni el miedo
mil veces me he hecho fuerte para sobrevivir,
insensible a mi único modo de sentir, la indiferencia.
cada día se libra una nueva batalla
y nunca pierdo, pero nunca gano,
permanezco donde estoy
en mi trono de papel en lo alto de una duna móvil
que me transporta de un lugar a otro
navegando por todo mi reino,
que me obliga a ver lo que he sembrado a mi alrededor,
la desolación que habita todas las cosas que tocan mis dedos,
las que nombran mis labios en su estremecimiento,
tan diferentes de las que acaricié con mi mirada ensoñadora...
cuando era joven... cuando fui niña...

miércoles, julio 05, 2006

espiando al ángel...


tengo un pequeño ángel
y me encanta la forma
en que despliega sus alas
para mí

domingo, junio 04, 2006

caliente, caliente...

- hueles a chocolate

- sí, me encanta el chocolate. tu en cambio hueles a paja

- será porque estoy un poco seco, el sol me ataca día a día con sus rayos sin piedad

- y eso por qué?

- tal vez sea porque de pequeño jugaba al escondite con él y siempre acababa ocultándome en las sombras para que no me alcanzase

- crees que se enfadó por eso?

- sí, creo que no me lo perdonó nunca. lo dejaba horas y horas solo resplandeciendo para nada. la verdad es que le tenía miedo, calentaba tanto que me quemaba la piel. más tarde aparecían las ampollas. eran dolorosas

- seguro que él no quería hacerte daño

- no, seguro que no, pero no podía acercárseme, sin que un sarpullido enrojeciese de inmediato mi epidermis

- y él sabe que era esa la razón por la que te escondías? seguro que si lo supiese...

- no. no me dio tiempo a decírselo. herido en sus sentimientos corrió hacia una nube y no quiso salir de allí, cuanto más le llamaba, más se agarraba a su nube gris

- bueno, pues seré yo quien se lo diga

- tú?

- sí, yo! a mí no puede quemarme. lo llamaré para jugar con él. volverá a brillar en el cielo y aprovecharé su buen humor para hacerle entender tu temor

- harás eso por mí?

- sí, claro! es muy fácil

- recuerda que yo sólo podré salir cuando él esté tras alguna nubecilla leve que tamice sus rayos de manera tenue… entonces saldré y le pediré perdón

- no hará falta que le pidas perdón, veras!

- gracias!!!!!

Bomboncillo se deshacía un cuarto de hora después… no quedó nada de ella… sólo una mancha oscura y espesa en el suelo, que un niño atravesó veloz con la rueda de su bici… incívic!!!!! gritó un ciudadano regio que paseaba digna y decorosamente con su distinguida señora apostada al brazo que él le ofrecía lleno de orgullo y gran júbilo en esa tarde de junio… tantas cosas pasan en junio, cosas que ni tu ni yo imaginamos, cosas que pasan desapercibidas, que no estaremos obligados ni siquiera a olvidar, para qué agotar a la memoria con cosas superfluas, tan nimias!, o que queremos que lo sean para así descansar la mente, para dejar reposar la conciencia, hacer que se gaste dispersa en sueños tan mágicos como peregrinos en busca de ese instante realmente insólito, verdaderamente extraordinario… el momento en que sonarán las horas, anunciado por campanas que sólo suenan para ti, por ti, que señalan tu tiempo, que nunca es el de los demás… nunca, nada, es compartido por los demás, cada cual tiene su ángel, ese soplo cálido que sube por la espalda y que revela una presencia que únicamente tu puedes sentir, ese relámpago fulminante que extermina el espacio, dejando sólo el presente fugaz, nunca eterno, nunca para siempre, incansable y voraz en su aniquilamiento inmortal…

sábado, abril 22, 2006

casi una eternidad...



casi una eternidad ha pasado antes no me he decidido a escribir, casi una eternidad de silencio hacia fuera.

me he quedado varada, con todas las voces adormecidas, susurrantes... voces chillonas que no cesan de balbucear palabras incomprensibles, sin significado, revueltas como una jaula de grillos...

una eternidad de recuerdos que afloran una y mil veces siempre igual, siempre repetidas, la visión de tí -[coro: la visión de él]-, la visión de mis lágrimas reflejas al evocar tu imagen, el gusto amargo de esas lágrimas al saberte humo en mi delirio...

y así, no te me apareces, y así, no voy a poder -nunca- llorar todas las lágrimas que inundan mi dolor...


una eternidad y yo cogida a ti, al hierro candente que quema la memoria, que la hace crepitar como la sal, amarrada a tu silencio, perdida tras el velo de tus párpados, bajo el ala de tu abrazo, anhelando el frío de tus labios, el sabor a cereza de tu boca...

sin tí, lanzada al vacío. toda la etenidad.

jueves, enero 05, 2006

un nuevo año y todo sigue igual...


volvía de Alicante, de hacer una visita a M... algo simbólico, recibir el nuevo año cerca, ella era mi hadita buena, mi alma gemela... cuánto hace de eso? y qué queda de ese sentimiento de ser amigas especiales, especialísimas?, de sentir que nuestra amistad estaba por encima de todo, salvada de todo?, que estaba libre de cualquier conveniencia, de cualquier norma o regla humana?... no lo sé... no era ninguna niña cuando aún sentía esto... cerca de los 30 aún creía en lo excepcional, en lo extraordinario, había protegido toda mi vida del más mínimo arañazo de la realidad y me costó el desgarro del alma... se desangró... y en pocos años no quedó nada... ninguna concesión a la fantasía, a lo invisible, al milagro... ahora sólo existe lo que veo... mis ojos estan ciegos y no ven más allá... mi cerebro registra esta realidad y rechaza todo lo demás... la magia no entra en mi mundo, no lo toco, no lo alcanzo y no anhelo llegar a él... me he despojado de todo lo maravilloso, me he vaciado de sueños para no verlos rotos y hacerme añicos junto a ellos... para permanecer entera he dejado de suspirar, ahora sí, estoy entera, entera y vacía, cosida a lo Frankenstein... sin padre a quien culpar, ni añorar, ni querer... volvía de Alicante... con el último libro de Michel Houellebecq entre las manos, mientras en la pantalla del monitor se veía la segunda parte de Bridges Jones... menudo contraste, verdad? parece casi irreconciliable, pero fue la unión de uno y otro lo que provocó que de repente se me hiciera un nudo en la garganta y no pudiese respirar sintiendo una congoja que me ahogaba... las lágrimas ya me impedían ver las letras con claridad y miré hacia la ventana, sólo faltaba que mi compañero de viaje me sorprendiese llorando... el llanto es algo íntimo, aunque yo parezca a veces una exhibicionista... me incomoda mucho llorar en público, porque pienso en la incomodidad de los que están presentes... a nadie le gustan las lágrimas, porque en ese momento nos sentimos impotentes... no sabemos dar consuelo... yo no sé... siempre me han parecido que no me salen las palabras, no las conozco, lo único que salen son palabras falsas, cargadas de buena intención, pero que siempre denotan lo lejos que estamos unos de otros, lo desconocidos que somos para los demás, lo solos que estamos con nosotros mismos... y, tal vez, lo insuficiente que es... necesitamos de los demás pero nadie puede prestarnos ayuda y nosotros podemos hacer a veces tan poco...
la imagen que apareció ante mí fue la de la soledad... de repente me encontraba otra vez como la niña lunática... deseando ser ella, esa niña ensimismada, aislada del mundo, y feliz en sus sueños en blanco, feliz en su mente vacía, con los ojos cerrados, su boca cerrada, sus oídos sordos... viendo lo que ella quiere ver, tal vez nada, un espacio totalmente en blanco, luminoso, en silencio, escuchando la música celeste... lo que a ella le produce esa sensación de calma total, de un sosiego que es imposible de sentir cuando despiertas al mundo... se mezclaban mis pensamientos con las estúpidas ideas del amor que nos han metido (o que me he metido) en la cabeza, ese amor en el que confiamos para salvarnos... ese amor que nos rebasa y gracias al cual superamos la vida... y en la crueldad de ese amor, cuando ya no tiene nada de puro, nada de mágico, y se presenta lleno de condiciones... necesitas tener 20 años, una piel tersa y firme, necesitas un cuerpo joven para amar y que te amen... y necesitas creer en que ese es tu tiempo y tu oportunidad... la única oportunidad de sentirte amada, a mí se me pasó... la dejé pasar por miedo, por inseguridad, por sentirme siempre tan por debajo, tan poca cosa, tan insignificante, convencida de que no merecía que me quisieran a mí, que no era nada... que tenía que ser mejor, que tenía que ser más, para que alguien me quisiera... no creía entones en las palabras de amor, las quería, me hacían sentir triste, porque me gustaría que fuesen para mí, pero no me las podía creer y eso me hacía llorar, lloraba porque quería creerme todas esas cosas bonitas y no podía hacerlo... han pasado años y estoy igual... sólo que ya no espero esas palabras bonitas, no quiero que lleguen, aunque soy tonta porque qué me hace pensar que llegarían? ahora que ya no tengo 20 años y no queda nada de esa juventud que es valor en sí misma... pero aún así a veces se escapan palabras bonitas que sólo consiguen ponerme en alerta... me ponen triste porque me hacen pensar con nostalgia lo que ya no puede ser... y hay un pacto de no hablar con esas palabras de amor, y es necesario que se cumpla, si no es así, soy capaz de romper con todo de nuevo... necesito que no haya palabras, que no haya gestos que no pueda creerme... me doy cuenta de que mato el amor... me quedo con lo crudo, con un amor desangelado... que ya no es amor... es una especie de piedad y me siento miserable... me veo como a alguien a quien se quiere por pena, como si me hiciesen un favor... y no lo soporto, no soporto ese amor... ese acto de compasión... y no quiero nada, entonces no quiero nada, no quiero amor que no puedo creer, y no puedo creer en el amor... estoy atrapada, me he creado mi propia jaula... a veces creo que es muy tarde para poderme liberar, que necesito un milagro, cuando también decidí no creer jamás en los milagros... no sé que vida vivo... una caída sin fín, pero ahora, al fín, sin dolor... algo bueno, según como se mire... lo que me salva, la confianza tonta en esa esperanza remota que me hace esperar aún no se sabe demasiado bien el qué, o la misma confianza tonta en esperanzas que son humo y que me ata a una vida eternamente gris, el estar muerta a pesar de estar viva...

[la letra es pequeña porque me da vergüenza lo que digo, y es como si hablase bajito, como si de esta manera pudiese hablar sin ser oída, como si lo que digo pasase más fácilmente desapercibido, algo que apenas se oye y a lo que no se le concede ninguna importancia, porque seguramente no la tiene... pero a mí me sale así...]