jueves, enero 05, 2006

un nuevo año y todo sigue igual...


volvía de Alicante, de hacer una visita a M... algo simbólico, recibir el nuevo año cerca, ella era mi hadita buena, mi alma gemela... cuánto hace de eso? y qué queda de ese sentimiento de ser amigas especiales, especialísimas?, de sentir que nuestra amistad estaba por encima de todo, salvada de todo?, que estaba libre de cualquier conveniencia, de cualquier norma o regla humana?... no lo sé... no era ninguna niña cuando aún sentía esto... cerca de los 30 aún creía en lo excepcional, en lo extraordinario, había protegido toda mi vida del más mínimo arañazo de la realidad y me costó el desgarro del alma... se desangró... y en pocos años no quedó nada... ninguna concesión a la fantasía, a lo invisible, al milagro... ahora sólo existe lo que veo... mis ojos estan ciegos y no ven más allá... mi cerebro registra esta realidad y rechaza todo lo demás... la magia no entra en mi mundo, no lo toco, no lo alcanzo y no anhelo llegar a él... me he despojado de todo lo maravilloso, me he vaciado de sueños para no verlos rotos y hacerme añicos junto a ellos... para permanecer entera he dejado de suspirar, ahora sí, estoy entera, entera y vacía, cosida a lo Frankenstein... sin padre a quien culpar, ni añorar, ni querer... volvía de Alicante... con el último libro de Michel Houellebecq entre las manos, mientras en la pantalla del monitor se veía la segunda parte de Bridges Jones... menudo contraste, verdad? parece casi irreconciliable, pero fue la unión de uno y otro lo que provocó que de repente se me hiciera un nudo en la garganta y no pudiese respirar sintiendo una congoja que me ahogaba... las lágrimas ya me impedían ver las letras con claridad y miré hacia la ventana, sólo faltaba que mi compañero de viaje me sorprendiese llorando... el llanto es algo íntimo, aunque yo parezca a veces una exhibicionista... me incomoda mucho llorar en público, porque pienso en la incomodidad de los que están presentes... a nadie le gustan las lágrimas, porque en ese momento nos sentimos impotentes... no sabemos dar consuelo... yo no sé... siempre me han parecido que no me salen las palabras, no las conozco, lo único que salen son palabras falsas, cargadas de buena intención, pero que siempre denotan lo lejos que estamos unos de otros, lo desconocidos que somos para los demás, lo solos que estamos con nosotros mismos... y, tal vez, lo insuficiente que es... necesitamos de los demás pero nadie puede prestarnos ayuda y nosotros podemos hacer a veces tan poco...
la imagen que apareció ante mí fue la de la soledad... de repente me encontraba otra vez como la niña lunática... deseando ser ella, esa niña ensimismada, aislada del mundo, y feliz en sus sueños en blanco, feliz en su mente vacía, con los ojos cerrados, su boca cerrada, sus oídos sordos... viendo lo que ella quiere ver, tal vez nada, un espacio totalmente en blanco, luminoso, en silencio, escuchando la música celeste... lo que a ella le produce esa sensación de calma total, de un sosiego que es imposible de sentir cuando despiertas al mundo... se mezclaban mis pensamientos con las estúpidas ideas del amor que nos han metido (o que me he metido) en la cabeza, ese amor en el que confiamos para salvarnos... ese amor que nos rebasa y gracias al cual superamos la vida... y en la crueldad de ese amor, cuando ya no tiene nada de puro, nada de mágico, y se presenta lleno de condiciones... necesitas tener 20 años, una piel tersa y firme, necesitas un cuerpo joven para amar y que te amen... y necesitas creer en que ese es tu tiempo y tu oportunidad... la única oportunidad de sentirte amada, a mí se me pasó... la dejé pasar por miedo, por inseguridad, por sentirme siempre tan por debajo, tan poca cosa, tan insignificante, convencida de que no merecía que me quisieran a mí, que no era nada... que tenía que ser mejor, que tenía que ser más, para que alguien me quisiera... no creía entones en las palabras de amor, las quería, me hacían sentir triste, porque me gustaría que fuesen para mí, pero no me las podía creer y eso me hacía llorar, lloraba porque quería creerme todas esas cosas bonitas y no podía hacerlo... han pasado años y estoy igual... sólo que ya no espero esas palabras bonitas, no quiero que lleguen, aunque soy tonta porque qué me hace pensar que llegarían? ahora que ya no tengo 20 años y no queda nada de esa juventud que es valor en sí misma... pero aún así a veces se escapan palabras bonitas que sólo consiguen ponerme en alerta... me ponen triste porque me hacen pensar con nostalgia lo que ya no puede ser... y hay un pacto de no hablar con esas palabras de amor, y es necesario que se cumpla, si no es así, soy capaz de romper con todo de nuevo... necesito que no haya palabras, que no haya gestos que no pueda creerme... me doy cuenta de que mato el amor... me quedo con lo crudo, con un amor desangelado... que ya no es amor... es una especie de piedad y me siento miserable... me veo como a alguien a quien se quiere por pena, como si me hiciesen un favor... y no lo soporto, no soporto ese amor... ese acto de compasión... y no quiero nada, entonces no quiero nada, no quiero amor que no puedo creer, y no puedo creer en el amor... estoy atrapada, me he creado mi propia jaula... a veces creo que es muy tarde para poderme liberar, que necesito un milagro, cuando también decidí no creer jamás en los milagros... no sé que vida vivo... una caída sin fín, pero ahora, al fín, sin dolor... algo bueno, según como se mire... lo que me salva, la confianza tonta en esa esperanza remota que me hace esperar aún no se sabe demasiado bien el qué, o la misma confianza tonta en esperanzas que son humo y que me ata a una vida eternamente gris, el estar muerta a pesar de estar viva...

[la letra es pequeña porque me da vergüenza lo que digo, y es como si hablase bajito, como si de esta manera pudiese hablar sin ser oída, como si lo que digo pasase más fácilmente desapercibido, algo que apenas se oye y a lo que no se le concede ninguna importancia, porque seguramente no la tiene... pero a mí me sale así...]