martes, julio 08, 2008

kalaputxi...


kalaputxi 2 de juliol de 2008

enviaré cientos, miles de mariposas de todos los colores a donde ella esté. Revolotearán alrededor de su cabeza haciéndola girar y girar como si fuera una peonza entre risas que le harán olvidar su tristeza. Y girará, girará hasta que la falda de su vestido le asemeje a una amapola, su vestido rojo, su cabello negro… la amapola más perfecta que jamás se haya visto en esta primavera lánguida…


sus brazos levantados, en cruz, y los ojos, hasta ahora abiertos para ver el vuelo de colores de 1000es de alas frágiles como papel de seda, se cierran de repente, borrachos de tanta risa.

se deja caer y la inercia de su propia rotación le hace apoyar todo su cuerpecito ladeado sobre la hierba verde. Mantiene los ojos cerrados… no puede abrirlos, si lo hiciera vería a todas las mariposas aleteando como si de una danza ritual se tratara… cual un ejército disciplinado, preparándose para alguna misión secreta y vital… se oyó un gritito, un grito que era un murmullo, apenas un susurro inaudible de tan agudo, que molestaba a su oído sensible, acostumbrado a la música, que parecía que no se le escapaba ni una sola nota cuando escuchaba el piano que sonaba a lo lejos… siempre capaz de percibir el sonido más leve, el más delicado… le encantaban las sutilezas, las consideraba la exquisitez máxima, imperdonable no degustar.

ese gritito parecía ser la orden que bastaba a las mariposas para recrear una coreografía que las incitaba a elevarse hacia el cielo, cada vez más alto, cada vez más lejos, parecían querer alcanzar las nubes.

la niña-amapola continuaba sentada en el suelo con todo su vestido desplegado rodeándola, su carita pálida mirando al cielo y los brazos que parecían querer desprenderse de su cuerpo, en un intento de perseguir el vuelo fugaz de sus últimas ilusiones que vio perdidas en ese mismo instante, y con las manos vacías sus ojos se ciegan y se dirigen hacia el suelo, hacia esa hierba verde y tupida, sobre la que se estira con un gesto lento, aletargado, como si nada fuese imperioso, como si toda una eternidad se abriese ante ella y donde ya nada tiene prisa…

sus ojos ahora a la altura de la hierba empiezan a buscar un trébol, un trébol de 4 hojas que le haga recuperar la suerte… se olvida así de las mariposas, ellas se habían alzado, absorbidas por una corriente invisible pero poderosa, hacia donde pendían las nubes de decorado, nubes blancas, y juntas empezaron a hacerles cosquillas, todas las mariposas a una cosquilleaban a las blanditas nubes y éstas se agitaban entre risas, no podían dejar de reir, dominadas por ese hormigueo que les propinaban las mariposas, y así pronto la risa las hizo llorar y grandes lágrimas corrían por entre las nubes y la niña sintió una primera gota sobre su brazo extendido y luego otra y otra más… cada vez más, hasta que toda una tormenta cayó sobre ella, que asombrada miró al cielo raso, y veía resplandecer el sol y poco a poco entrevió un luminoso y claro arco iris!!!

y las nubes reían y lloraban a la vez muertas de risa, mientras las mariposas se posaron ahora sobre ellas para no mojar sus alas y evitar que eso las hiciese caer en picado desde esa gran altura… y la niña miraba al cielo con sus gotas de lluvia, y el arco iris, y de nuevo al césped mojado… y pronto las gotas cubrieron sus cabellos y empaparon su vestido rojo, y quiso levantarse y echar a correr, refugiarse del chaparrón, pero sus piernas no le respondieron, miró hacia sus pies y vio que éstos estaban enraizados en la tierra, no podía moverse, sólo le quedaba permanecer allá plantada, mirando el césped que estaba un poco por debajo de ella, que sobresalía con su tallo largo y frágil, y aspirando el aire fresco y ese olor a tierra y hierba húmeda… y sonrió a su nueva suerte, a esa nueva vida que se abría ante ella, tan distinta, tan breve, tan valiosa… y sin nada que pensar… ante ella sólo la espera… las mariposas se aproximarían a ella, sobrevolarían sobre el rojo de sus pétalos y le acompañarían por siempre… una misma efímera existencia, una misma felicidad… un mismo sueño…, ahora siempre acompañada, nunca más sola en sus juegos… un solo, aunque precipitado, adiós!

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