viernes, agosto 05, 2005

la campana de cristal...

«debe de haber unas cuantas cosas que un baño caliente no puede curar, pero yo conozco muchas; siempre que estoy triste hasta morir, o tan nerviosa que no puedo dormir, o enamorada de alguien a quien no veré en una semana, me deprimo, pero sólo hasta el punto en que me digo: "Tomaré un baño caliente".

medito en el baño. El agua tiene que estar bien caliente, tan caliente que apenas se soporte el poner el pie dentro. Entonces uno se desliza suavemente hasta que el agua le llega al cuello.

recuerdo todos los techos que había sobre cada una de las bañeras en que me he estirado. Recuerdo las texturas de los techos y las grietas y los colores y las manchas de humedad y la disposición de las luces. Recuerdo también las bañeras: las bañeras antiguas, con patas como garras, y las modernas bañeras en forma de ataúd, y las bañeras de mármol rosado de imitación, que semejaban estanques interiores de lirios, y recuerdo las formas y los tamaños de los distintos grifos y soportes para el jabón.

nunca me siento tan yo misma como cuando tomo un baño caliente.

me tendí en aquella bañera, en la planta diecisiete de aquel hotel sólo-para-mujeres, muy por encima del ajetreo neoyorquino, durante casi una hora, y sentí cómo volvía a ser pura.

no creo en el bautismo ni en las aguas del Jordán, ni en nada por el estilo, pero sospecho que lo que siento respecto al baño caliente es lo que los creyentes sienten del agua bendita.

me dije: "Doreen se está disolviendo, Lenny Shepherd
se está disolviendo, Frankie se está disolviendo, Nueva York se está disolviendo, todo se está disolviendo, y se está alejando y nada, ninguno de ellos, importa ya. No los conozco, no los he conocido nunca y soy más pura. Todo aquel licor y aquellos besos pegagosos que vi y la suciedad que se pegó a mi piel en el camino de regreso a casa se convierten ahora en algo puro."

mientras más tiempo pasaba allí, en el agua clara y caliente, más pura me sentía, y cuando por fín salí y me envolví en una de las toallas de baño del hotel, grandes, suaves, blancas, me sentía pura y dulce como un bebé.
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Sylvia Plath

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